¿MENOS CUENTO Y MÁS CAMBIO?
“Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo” (Mahatma Gandhi)
“El progreso consiste en el cambio” (Miguel Unamuno)
“Lo que llamamos progreso es el cambio de un inconveniente por otro”.(Henry Havelock Ellis)
“El cambio es la única cosa inmutable” (Arthur Schopenhauer)
Acabo de ver esta noticia: “Cerca de la mitad de los desempleados tiene pocas probabilidades de salir del paro” en varios sitios.
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=26055
http://www.hoyinversion.com/noticias-empleo/economia-paro-parados-registrados_200611031415.html
Y sinceramente, si es verdad lo que se dice, como orientador creo que es para echarse a llorar. Viendo este panorama, tras hacer una autocrítica pesimista llego a la conclusión de que lo que estoy haciendo como orientador no vale para nada y siendo optimista a lo máximo que llego es a considerar que mi labor como orientador vale para muy poco.
Así, analizando a ojo de buen cubero los datos de esta noticia puedo llegar a concluir que, de las personas que atiendo en mi servicio de orientación, la mitad (46%) están ya sin posibilidades de encontrar empleo. Si además concurre en esas personas la fatal circunstancia de pertenecer al colectivo de parados de larga duración, aumenta el porcentaje (pongamos el 55%). Si, para más INRI, no posee unos estudios especializados o superiores, todavía menos posibilidades (calculemos el 60%). Si se le añade el ser mayor de 52 años (demos un 65%). Si “desgraciadamente” está cobrando prestación, RAI o subsidio, aún más (75%). Si pertenece al sexo femenino, pues sigue la subida (80%). De esta forma, prácticamente, como afirma el INEM, sólo tienen una gran oportunidad de ingresar en el mundo laboral un 16 %, y sólo es que tienen más posibilidad, no que vayan a encontrar empleo con seguridad. Con estos paños, ¿es para cuestionarse la labor orientadora?. Ya sé que alguien dirá:
- Bueno, pues nuestra labor sería ayudarles a no pertenecer a esos grupos y así, poco a poco, con nuestro apoyo se van incluyendo en los que tienen más posibilidades. De manera que sí, tiene sentido nuestra actividad orientadora.
Cierto. De hecho tal vez sea lo que se está haciendo. Pero no da resultado. Da igual qué, cómo, cuándo o dónde estoy trabajando como orientador, aunque mi trabajo parezca coherente y eficiente, viendo la realidad con objetividad parece que no es eficaz. Algo no funciona. Y no sé qué hacer,, tengo dudas. Y toda esta confusión me hace recordar un cuento que, habitualmente, me contaba mi abuelo para luego endiñarme una o varias moralejas según le convenía. Es el siguiente::
Érase una vez un ciego que llegó a una gran capital. Se sentó el pobre ciego (pobre por falta de dinero, no por su ceguera) en el pórtico de la catedral más hermosa del universo, rodeada por los jardines más bellos que se puedan imaginar. Dejó su sombrero en el suelo. Sacó de su morral una tabla y un tizón. Cuando oyó pasar a un hombre que salía de admirar la maravilla arquitectónica se dirigió a él pidiéndole que le hiciera un letrero con el que poder pedir limosna. El hombre, ni corto ni perezoso, cogió el carboncillo y le escribió rápidamente en el tablón el siguiente mensaje:
“POR CARIDAD, SOY CIEGO, DEME UN DONATIVO”.
Tras depositarlo a los pies del invidente, siguió su camino. El ciego estuvo todo el día y toda la tarde mendigando sin conseguir ni un mísero doblón. Así pasaron muchos días, y el ciego seguía con el mismo cartel (variaba un poco el título: apiádase de este pobre ciego, deme una limosnita, ayude a este ciego desamparado, etc., según la persona que le rellenara su pizarra, pero todos en la misma línea), en el mismo sitio y con el mismo sombrero vacío. En esto, que un pícaro que durante varias jornadas había estado observando la situación se le acercó. Con una sonrisa le dijo:
- Señor ciego, veo que no hay caridad en este mundo. Le propongo un trato y si lo acepta aumentaremos la misericordia de la humanidad junto con la de nuestros ahorros. Si usted me da la mitad de lo que gane en un día yo haré que le llenen su sombrero de dinero.
El ciego no se lo pensó mucho y aceptó la propuesta con un apretón de manos. Entonces el pícaro cogió el tablero del suelo y borró lo que estaba escrito. Después se puso a garabatear un nuevo mensaje que, una vez terminado, volvió a depositar delante del ciego. Luego se despidió, diciendo con confianza:
- Hasta la tarde, socio. Entonces vendré a que nos repartamos las ganancias.
Cuando estaba anocheciendo volvió el pícaro, observando que el sombrero estaba rebosante de monedas y billetes. Se identificó ante el ciego y le recordó su acuerdo. El ciego repartió los beneficios sin poner ninguna objeción, aunque un rictus de extrañeza se reflejaba en su rostro. Por ello, el pícaro le preguntó sobre el motivo de su malestar, a lo que el ciego respondió:
- Estoy muy contento con el resultado, pero me preocupa que sea consecuencia de algún engaño o malas artes todo este bien.
- No se preocupe usted, le puedo jurar ante esta santa iglesia, ante todas las deidades existentes y ante la misma justicia, que sólo he dicho la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad -replicó con celeridad el pícaro.
- Siendo así, estoy más tranquilo. Sin embargo, siento un poco el gusanillo de la curiosidad. Me podrías decir ¿qué has escrito o dibujado para tener el éxito que con anterioridad no había tenido?, ¿cuál es el secreto?- contestó el ciego.
En respuesta el pícaro sonrió y se alejó con sus bolsillos repletos de dinero. El ciego, con su sombrero ahora medio lleno, recogió todos sus pertrechos, entre los cuales estaba la tablilla que, ya a medio borrar, anunciaba lo siguiente::
“ESTOY JUNTO A LOS JARDINES Y LA CATEDRAL MÁS ADMIRABLES DEL MUNDO, Y YO NO PUEDO VERLO”
Y colorín, colorado............
En fin, Se pueden sonsacar muchas moralejas de este relatillo. Pero a mí, la palabra que me sugiere es la de cambio. La idea de que cuando una cosa no marcha bien es necesario cambiarla es la que me rebota y me da en las narices al leer esta historia. Hay que cambiar. Aplicándolo a nuestro campo, el de la orientación, creo que estamos empeñados en portar una bandera con el primer mensaje que llevaba el ciego; a dicho eslogan no se le puede realizar ninguna crítica, es el clásico, el que ha funcionado siempre o “se ha hecho toda la vida”. A mi entender eso nos sucede como orientadores: tenemos demasiado claro qué debe ser y lo qué no, sin cuestionar lo que hay y por supuesto pensar en cambios, revoluciones, ofrecer alternativas, etc. Lo que tengo claro es que hay que hacer otros cambios, porque cambios se hacen constantemente. Lo que me ocurre es que no sé qué cambios hacer que produzcan efecto.. Pero bueno, sólo es una opinión y estoy hablando de cuentos. Son únicamente divagaciones.
Para terminar, una petición (como la última voluntad del moribundo). Yo confieso que arreo con la placa y el epígrafe que puso primero el ciego, ¿alguien podría darme titulares innovadores? Traduzco: pido ideas nuevas, no clásicas, que me ayuden en mi actividad orientadora.
Gracias.
JESÚS MARÍA LUNA SÁNCHEZ
3 comentarios
Yoakim -
Si es verdad que no hay empleo no nos queda otra salida que crearlo, es decir, abandonar de forma paulatina la orientación a desempleados que desean encontrar empleo por cuenta ajena, que poco a poco se está convirtiendo en organizar safaris en busca del tesoro del Rey Salomón, es decir, asesoramos a personas para prepararlos a buscar algo que no existe.
Debemos comenzar por asesorar en la creación de nuevo tejido empresarial, trabajar en el campo del asociacionismo empresarial y cambiar el chip actual del orientador por que nos estamos dando cabezazos contra una puerta cerrada que no termina de abrirse.
Os pido opinión al respecto.
jgobrero -
Nerea -
Hay algo que de lo que pecamos muchos orientadores y que yo creo que es un error, y es el orientar pensando sólo en el usuario, en su formación y en sus deseos (la llamada vocación), y olvidándonos del entorno real en el que vivimos.
Cómo bien dices, Jesús, hay que dar un giro a la orientación. Debemos de ser sinceros con los usuarios, y alentarlos hacia nuevas direcciones, adaptadas al mercado de trabajo real actual en Córdoba. Esto en muchos casos, se puede conseguir aprovechando su historial y sus cualidades, pero buscando otro enfoque y repito, sin olvidarnos nunca de que el único objetivo final es la incorporación al mercado laboral.
Por cierto, me ha encantado el cuento.